El botox es un medicamento que contiene toxina botulínica tipo A, sustancia utilizada para el rejuvenecimiento facial. Se obtiene de manera biosintética y se aplica en los músculos que causan las arrugas o líneas de expresión muy marcadas, relajándolos y manteniendo la expresión natural del paciente.
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El tratamiento con toxina botulínica actúa mediante el bloqueo del mensaje que envían los nervios a los músculos, lo cual impide que los músculos se contraigan. Mientras estos músculos están inmovilizados, las arrugas de la zona tratada se reducen o eliminan temporalmente. Los pacientes no experimentan pérdida de la sensación en la zona porque sólo los músculos subyacentes se ven afectados. Debido a que el tratamiento con BOTOX® evita que la piel se pliegue, también puede ayudar a impedir que se formen nuevas arrugas
la principal ventaja de la toxina botulínica en lo que al ámbito de la estética se refiere sea que resulta bastante eficaz a la hora de reducir los signos visibles del envejecimiento en el rostro y cuello, sin que ello suponga, por ejemplo, el riesgo de pasar por un quirófano para realizarse una intervención quirúrgica.
En primer lugar, una de sus ventajas es que no requiere finalizar tus actividades ni durante ni después del tratamiento. Muy importante en caso de que tengas que trabajar o bien, cuidar de los tuyos. Asimismo, los efectos son muy rápidos, visibles una vez han pasado los 6 o 7 días de su aplicación. Dichos efectos, perduran en el tiempo y duran en torno a 6-8 meses dependiendo de la cantidad de las sesiones.
No frotes ni masajees el área de tratamiento por 24 horas. Esto puede ayudar a evitar que la toxina se disemine a un área diferente. Podrás volver a tus actividades normales inmediatamente después del procedimiento.
Las inyecciones de toxina botulínica generalmente tienen efecto de uno a tres días después del tratamiento. Según el problema que se esté tratando, el efecto puede durar tres meses o más. Para conservar el efecto, necesitarás inyecciones de seguimiento regulares.